Patricia Smith Churchland

 


1943 -

Oliver (Canada) -

Se graduó en la Universidad de Pittsburg y realizó sus estudios de posgrado en Oxford. Desde 1967 hasta 1983 impartió clases en la Universidad de Manitoba, y desde la década de los ochenta enseña e investiga en la Universidad de California, San Diego, y es profesora adjunta en el Instituto Salk.

Su actitud resiliente y poco autocomplaciente le ha permitido superar los obstáculos que se ha ido encontrando a lo largo de su vida. El primero de esos obstáculos fue ser mujer. Sus profesores le dijeron que “las mujeres no pueden ser ingenieras químicas”, ni se las admitía en la Facultad de Derecho. Asimismo, le desaconsejaron que siguiera estudiando en la universidad ya que las mujeres “no podían hacer filosofía”. Pero, ella solicitó una beca y se graduó en esta materia. El segundo de esos obstáculos fue por rechazar la corriente imperante en la filosofía del momento, el método de análisis conceptual. En repetidas ocasiones se queja de que su posición filosófica fue menospreciada, ridiculizada y tergiversada. Con todo, lo que al principio de su carrera parecía una anomalía en el ámbito filosófico, ha sido cada vez más aceptado.

Su posición filosófica, que se sitúa en la interfaz entre la filosofía, la neurociencia y la psicología, fue novedosa desde sus comienzos. Tanto su formación posterior en temas relacionados con las ciencias biológicas y neurológicas, como su colaboración con Francis Crick dieron como resultado su primera gran obra: Neurophilosophy. Towards a Unified Science of the Mind/Brain (1986), que causó revuelo entre sus compañeros de profesión.

Churchland fue la primera en usar el término “neurofilosofía” en una publicación. La neurofilosofía sostiene que para entender la mente se necesita entender el cerebro; es decir, que temas como la toma de decisiones, la resolución de problemas, los valores, la conciencia o el autocontrol se fundamentan en mecanismos neurobiológicos.

Esta perspectiva no sólo supone un claro rechazo al dualismo ontológico, sino que abraza como necesaria la investigación neurocientífica para dar respuestas adecuadas a muchas de las preguntas filosóficas tradicionales. Su posición epistemológica es, por tanto, naturalista y reduccionista.

Churchland sigue siendo optimista acerca de cómo futuras investigaciones en neurociencia mejorarán nuestras vidas.